Las conocemos, las usamos cuando estamos molestos o frustrados o cuando estamos felices o sorprendidos, para enfatizar o para insultar. Muchos las usan como muletillas, otros las evitan a toda costa. Nos hemos metido en problemas por decirlas y hemos liberado estrés con ellas. Y hasta se dice que quienes suelen usarlas son menos propensos a decir mentiras.
Se ha dicho que las malas palabras (o groserías) pueden ayudarnos a aliviar el dolor o el estrés. También pueden darnos más fuerza si estamos realizando una actividad física importante. Al estar con amigos, quienes dicen groserías se sienten más en confianza y aceptados por el grupo. Las malas palabras han ido poco a poco ganando más terreno y siendo más aceptadas, al punto en que las escuchamos más seguido en series, películas, programas de radio, etc.
Las groserías existen en muchos idiomas, pero hay algo en ellas que las hace especiales en nuestra lengua materna y no siempre causan el mismo efecto en los idiomas que aprendemos.
Estas palabras transmiten muchas emociones, tanto negativas como positivas y, cuando estamos aprendiendo un nuevo idioma, no solemos sentirnos tan conectados emocionalmente como con nuestra lengua materna. ¿alguna vez has tenido una discusión en el idioma que estás aprendiendo? ¿cómo te sentiste? ¿hubieses preferido expresarte en tu propio idioma? ¿sentiste que no transmitías tus emociones de la misma manera?
Esto también se ve reflejado en el uso de las groserías. Nuestra conexión emocional con nuestra lengua materna nos ayuda a determinar qué palabras usar y evitar aquellas que sean muy ofensivas (si es que no buscamos ofender). Sin embargo, al no sentir las mismas emociones en la segunda lengua, ese filtro se pierde y comenzamos a usar las groserías sin importar cuán ofensivas puedan ser. Muchas veces, incluso quienes no suelen decir groserías en su lengua materna, se sienten cómodos diciéndolas en otro idioma.
Es por esto que es importante conocer y analizar las groserías en el idioma que estamos aprendiendo. En primer lugar, para ser capaces de reconocerlas en caso de que alguien nos las diga a nosotros y, en segundo lugar, para saber cuándo podemos usarlas y lo que realmente significan en esa otra cultura. Y usamos la palabra cultura porque no se trata solo del idioma sino del país en donde las malas palabras sean usadas. Un ejemplo de esto es la palabra “culo”, que en España se usa sin mayor problema, mientras que en algunos países de Latinoamérica es una palabra poco educada.
A pesar de que muy pocos profesores se toman el tiempo de enseñar estas palabras en clase, aprender un idioma no se trata solo de dominar la gramática, tener un vocabulario muy amplio y pronunciar bien las palabras. La cultura es también muy importante porque nos permite entender a profundidad cómo son usadas ciertas palabras para que evitemos vernos envueltos en situaciones incómodas por usar algunas palabras en los contextos equivocados. Las groserías son una parte de la cultura de un país por lo que es importante conocerlas.
¿Crees que es importante aprender las malas palabras? ¿Sueles decirlas? ¿Sientes que hay una diferencia cuando las dices en otro idioma?