Los retos a los que se enfrentan los hispanohablantes a la hora de aprender inglés son múltiples y provienen de las muchas diferencias existentes entre los dos idiomas. Una de las principales dificultades es la pronunciación del inglés, que puede ser significativamente diferente de la del español, ya que este último se pronuncia tal y como se escribe, mientras que el primero en realidad no. Por ejemplo, el inglés tiene una gama más amplia de sonidos vocálicos, y ciertos sonidos consonánticos, como la “th” que se encuentra en “think” o “this”, no existen en español, lo que conduce a errores de pronunciación comunes. Por si fuera poco, el inglés ha recibido influencias de otros idiomas y muchas de las palabras se adaptan o incluso se pronuncian igual cuando se utilizan en inglés.
Otro reto notable es la estructura gramatical del inglés, que puede ser compleja y a menudo difiere de la del español. Cuestiones como el uso de verbos auxiliares en las preguntas, la colocación de adjetivos antes de los sustantivos y el uso de artículos pueden resultar especialmente problemáticas para los hispanohablantes. Por ejemplo, en español no es necesario utilizar un verbo auxiliar en las preguntas, pero en inglés hay que decir “Where do you work?” en lugar de “Where you work?”. Además, existe un orden establecido para los adjetivos al describir cosas, personas o situaciones que puede resultar confuso para los hispanohablantes.
Luego está el vocabulario, que, como ya se ha dicho, ha recibido influencias de otras lenguas y, por supuesto, presenta sus propios retos, con falsos cognados, o “falsos amigos” (palabras parecidas en ambos idiomas, pero con significados diferentes), que pueden ser confusos. Además, las palabras inglesas pueden tener varios significados según el contexto: una palabra puede ser un sustantivo, un verbo y un adjetivo, lo que puede ser difícil de discernir sin contexto. También tenemos los “phrasal verbs” que son la combinación de verbos y preposiciones, todos tienen diferentes significados dependiendo del contexto y muchos de ellos no tienen traducción directa al español.
El ritmo y los patrones de acentuación del inglés también difieren del español. El inglés es una lengua acentuada, lo que significa que el ritmo depende de la acentuación de determinadas sílabas, mientras que el español es silábico, es decir, cada sílaba tiene generalmente la misma acentuación. Esta diferencia puede afectar a la inteligibilidad del inglés hablado para los hispanohablantes, dificultándoles saber cuándo hay una pregunta, expresiones de sorpresa o conmoción. Esta es una de las razones por las que es fundamental que los estudiantes de inglés escuchen mucho, sobre todo al principio, para acostumbrarse a todos los pequeños detalles que la gente hace al hablar.
También hay diferencias en la formalidad. El inglés tiende a ser un idioma más directo, incluso corto. Esto es muy notable en los correos electrónicos, donde en español necesitas escribir una larga introducción y despedida, en inglés apenas usas un par de líneas y vas al grano. Lo mismo al hablar, los angloparlantes pueden sonar groseros a los hispanohablantes, pero es su forma de hablar, no es nada personal.
Por último, existen variaciones lingüísticas como el inglés escocés, indio, australiano, canadiense, caribeño y muchos más. Estas variaciones no sólo incluyen diferencias en la pronunciación, sino también en el vocabulario, los modismos e incluso en la gramática. Sin embargo, no es necesario entenderlas todas, todo dependerá del lugar en el que pienses utilizar tu inglés para saber para cuál prepararte.
A pesar de todas estas dificultades, es importante señalar que muchos hispanohablantes aprenden inglés con éxito. Reconocer y comprender estas dificultades es el primer paso para superarlas. Con práctica específica, exposición al idioma y estrategias de aprendizaje eficaces, los hispanohablantes pueden llegar a dominar el inglés, y de hecho lo hacen.