Un debate que nunca ha parado. ¿Son los exámenes realmente necesarios? Sí y no. Esto siempre dependerá de los objetivos que nos planteamos al momento de iniciar un proceso de aprendizaje, nuestras preferencias de estudio y la metodología usada por la escuela o instituto en el que estemos aprendiendo.
¿Por qué sí?
Para muchos, los exámenes son la manera más objetiva de medir el nivel de conocimiento de los estudiantes. Gracias a los exámenes, los profesores cuentan con un registro del desempeño de sus estudiantes y pueden usarlo para adaptar sus clases a las necesidades específicas del grupo.
Incluso, muchos estudiantes prefieren ser evaluados de esta manera puesto que ven los exámenes como una oportunidad para determinar cuánto han mejorado y qué áreas necesitan mejorar.
Otra razón por la que los exámenes formales en el proceso de aprendizaje pueden ser de ayuda para los estudiantes es el compromiso que dichos exámenes generan en ellos. Al sentir la necesidad de aprobar, los estudiantes pueden crear rutinas de estudio más concretas, ser más disciplinados o, incluso, tomarse más en serio sus estudios.
Algunos incluso creen que los exámenes promueven la confianza, la paciencia, el compromiso y la dedicación. Además, no aprobar el examen puede ser una oportunidad de aprendizaje sobre el fracaso y cómo superar situaciones negativas.
¿Por qué no?
Sin embargo, muchos otros están en desacuerdo con las razones expuestas anteriormente ya que no consideran que los exámenes sean una manera objetiva de determinar el nivel de los estudiantes. Este grupo argumenta que los exámenes nunca serán del todo objetivos puesto que se centran en áreas específicas y no evalúan todas las habilidades de los estudiantes.
Asimismo, aquellos en contra de los exámenes formales afirman que este tipo de evaluación no puede tomarse como muestra del conocimiento de los estudiantes ya que existen muchos factores que afectan nuestro desempeño en un momento determinado. Las emociones, las experiencias fuera de clases, el estado de salud, entre otros, son factores temporales que pueden afectar el desempeño de un estudiante durante un examen, lo cual no implica que el estudiante no sea capaz de lograr los objetivos de la clase cuando todos esos factores están a su favor. No se debe olvidar que el examen en sí es un detonante de estrés y ansiedad para muchos estudiantes que, en otras condiciones, pueden demostrar sus habilidades con facilidad.
Por otra parte, ¿cómo podemos asegurar que un resultado positivo en un examen significa conocimiento real del contenido? Muchos exámenes pueden dar espacio a la suerte con preguntas de selección simple, por ejemplo. Los estudiantes pueden también memorizar el contenido específico para aprobar el examen, sin realmente internalizarlo, para luego olvidarlo.
¿Qué se puede hacer?
Una buena alternativa sería trabajar con evaluación continua, basada en el desempeño diario de los estudiantes y en su progreso. El rol del profesor no debe solo limitarse a impartir conocimientos y evaluar quiénes logran memorizar lo que se les ha enseñado. El profesor debe conocer a sus estudiantes, debe establecer el nivel inicial en el que se encuentran para poder ser capaz de determinar si ha habido progreso o no. El profesor debe adaptar su programa a las necesidades y preferencias de estudio de sus estudiantes porque no todos aprenden de la misma manera.
Llevando un registro del progreso de los estudiantes, en un ambiente libre del estrés causado por los exámenes formales, el profesor puede dar mejores estrategias para el desarrollo de las habilidades de sus estudiantes. En el caso de los idiomas, ¿quién nos hace exámenes cuando somos bebés y estamos aprendiendo nuestra lengua materna? ¿Ha habido algún bebé que no aprenda a hablar por falta de exámenes? ¿Entonces por qué creemos que, siendo adultos, esta es la única (o mejor) manera de determinar nuestro progreso?
Por supuesto, como dije al principio, muchos estudiantes sí prefieren este tipo de evaluación y esta metodología ha funcionado para muchos a través de los años. Pero, como ya sabemos, no todos aprendemos de la misma manera y es por esto que se deben buscar alternativas para aquellos que pueden demostrar sus conocimientos de manera diferente y lograr los mismos objetivos.
¿Tú de qué lado estás? ¿Te gustan los exámenes? ¿Por qué (no)? Déjanos tu opinión en la sección de comentarios.